sábado, 13 de noviembre de 2010

Perdón

Perdonar no es una simple concesión,
ni es tampoco un sentimiento incondicional e inconsciente
a una autoridad irracional,
o una debilidad disfrazada
con las vestiduras de la bondad.
Perdonar es olvidar que alguna vez fuimos esclavos
de los rencores propios y ajenos,
que alguna vez mentimos
por temor a que nos mintieran,
que alguna vez no vimos
para no morirnos de vergüenza y de pena.

Olvidar es la esperanza
de volver a ver el sol cada mañana,
de volver a creer aunque nos mientan,
de percibir en otros
lo que no vimos dentro de nosotros mismos,
y derribar las barreras de la incomprensión
que nuestro orgullo erigió ante los demás,
y sentirlos en nuestro interior.

Olvidar es aceptar los errores del pasado
y tratar de enmendarlos en el presente,
y admitir aunque lo refutemos
que ya nunca seremos quienes fuimos,
y no permitir nunca mas
que los remordimientos nos amarguen la vida.

Perdonar es olvidar para reencontrarnos con el otro,
y olvidar es la posibilidad siempre nueva
de volver a amar aunque nos hieran.

Reunión

Abre la puerta, alma mía
y deja que mi luz inunde
cual río caudaloso
cuya vertiente se funde en el mar
y una vez juntos, muy juntos,
empecemos a navegar
antes de que el sol se oculte
y en el firmamento
solo brillen las estrellas,
antes de que la parca nos reclame,
antes de que la vida se acabe.

La Prisión

Estoy presa en mi propia celda
de silencio, soledad y vacío,
en vano grito e imploro
pues se que nadie vendrá en mi auxilio.

Estoy enterrada en la tumba
que en mi locura cavé,
y dentro de ella la angustia
de saber que nadie me podrá
rescatar ya jamás,
pues sé bien que aún
ganándote, te pierdo,
y cuando más intento huir
de mi propia prisión
y más me rebelo
de mi cruel destino,
mayor se vuelve mi tormento
por sentir en mi corazón
tu sombra en la distancia.

!Oh cielo, cuánto diera
por retenerte en mi cerco!
Mas sé bien
que si así lo hiciera
en mi inconsciencia y
sin siquiera desearlo
quizás la muerte te diera,
pues en esta tumba mía
ya no caben más que
la verguenza, la oscuridad
y el vacío.

Destino

Amor, odio, represión, muerte. He aquí los cuatro jinetes del Apocalipsis
que rodeando mi prisión están
y con inaudita voracidad
e inconcebible ceguera
abrirían mi celda, si pudieran.

El primero viene cabalgando
sobre un corcel plateado
y con su brazo levantado,
trae al aire un estandarte blanco
en señal de ternura y comprensión;
si éstas no encuentra
se convertirán en fugaz pasión
y cual llamarada fulminante se desvanecerá
para así permanecer reencarnado en la Tierra.

El segundo viene montado
en un potro salvaje
sobre el temor que en su rebeldía
se convierte su amor despechado;
si este no se desboca en una multitud abismal
con el tiempo se transformará
en mi mortaja fúnebre.

El tercero viene en un lúgubre penco
de tristeza y desolación
trae en su lomo a la autodestrucción
que como última instancia
la vida les dio.

Y al final, cabalgando lentamente
en un monótono trote,
la muerte llega sobre un jamelgo lerdo
y con indiscriminada ansiedad
persigue por igual
al joven y al viejo, al sano y al enfermo
dejando tan solo a su paso
la pesadumbre del recuerdo....

El Tiempo

El tiempo palpita cual reloj
de arena movediza,
cabalgando por el desierto de la ilusión
y sigue la implacable huella del sol
sin detenerse ni por un instante
dominado por una vieja pasión.

Ah, el tiempo, ese anciano loco,
sin percibir siquiera
lo que fue el ayer
de lo que pudo ser el hoy,
busca afanosamente cual brújula incierta
en un firmamento sin estrellas
lo que habrá de convertirse en mañana.

Y mientras, ese potro salvaje
corre, corre, corre...

Misterio

Es una coincidencia que la noche siga al día
en un eterno devenir sin principio ni fin
y fertilice todo lo que existe a su alrededor.

Es una coincidencia
que los ríos desemboquen en el mar
transformando sus profundidades
con su oleaje
y que de los pantanos crezcan flores
que con su belleza adornen el desierto.

Es una simple coincidencia
que todo lo que existe en este mundo
para reconfortarnos bajo el sol
provenga de la mortífera frialdad de la noche.

Si Tú, Dios, no me respondes
debo de esperar que los hombres lo hagan.

Ilusión


Quiero llorar y lloro
en la quietud de un llano
plagado de mirlos blancos,
cuyo resplandor se refleja
en el fulgor centellante de las estrellas.
Cierro los ojos y te veo,
y me parece, a través tuyo,
volar en el firmamento
como gaviota halada sobre el mar,
y en una estela de nívea espuma, posarse
y descansar ....
Oh, alma mia,cuánto diera
por convertirme en mirlo, en estrella, en gaviota
y al horizonte adornar.
O surgir cual mágica espiral,
como un arco iris multicolor,
tras una tormenta singular.
Mas ya lo ves apenas soy
una rosa marchita,
un ave sin alas
en la primavera de tu vida .