sábado, 13 de noviembre de 2010

Destino

Amor, odio, represión, muerte. He aquí los cuatro jinetes del Apocalipsis
que rodeando mi prisión están
y con inaudita voracidad
e inconcebible ceguera
abrirían mi celda, si pudieran.

El primero viene cabalgando
sobre un corcel plateado
y con su brazo levantado,
trae al aire un estandarte blanco
en señal de ternura y comprensión;
si éstas no encuentra
se convertirán en fugaz pasión
y cual llamarada fulminante se desvanecerá
para así permanecer reencarnado en la Tierra.

El segundo viene montado
en un potro salvaje
sobre el temor que en su rebeldía
se convierte su amor despechado;
si este no se desboca en una multitud abismal
con el tiempo se transformará
en mi mortaja fúnebre.

El tercero viene en un lúgubre penco
de tristeza y desolación
trae en su lomo a la autodestrucción
que como última instancia
la vida les dio.

Y al final, cabalgando lentamente
en un monótono trote,
la muerte llega sobre un jamelgo lerdo
y con indiscriminada ansiedad
persigue por igual
al joven y al viejo, al sano y al enfermo
dejando tan solo a su paso
la pesadumbre del recuerdo....

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